El misterio de las constelaciones
Las figuras estelares
Una constelación es un grupo de estrellas que daban la apariencia imaginaria de una figura en el cielo. Una constelación es un asterismo particular que permitía a los marineros orientarse. El misterio de las constelaciones
En el cielo, las estrellas de una constelación están muy separadas pero aparecen agrupadas en figuras. En la Tierra, la latitud mide la distancia entre un punto dado y los polos norte y sur, mientras que la longitud es la distancia de este a oeste en relación con un meridiano de referencia. Las coordenadas celestes funcionan del mismo modo, pero la latitud y la longitud se denominan declinación y ascensión recta. Se trata de la extensión de la latitud y la longitud terrestres proyectadas en el cielo.
Las constelaciones occidentales se agrupan en dos partes, dividiendo el cielo más o menos siguiendo los dos hemisferios de la Tierra, el cielo austral para el sur y el cielo boreal para el norte. El misterio de las constelaciones
Las constelaciones septentrionales son las más antiguas y corresponden al plano celeste visible desde las regiones mediterráneas por los antiguos astrónomos. Las constelaciones australes sólo fueron nombradas por los astrónomos occidentales a partir del siglo XV. La Unión Astronómica Internacional (UAI) divide el cielo en 88 constelaciones con límites precisos, de modo que cada punto del cielo pertenece a una constelación. El hombre siempre se ha sentido fascinado por el paisaje cósmico que representa el cielo.
Todas las estrellas parecen colgar a la misma distancia de la Tierra, pero el cielo cambia de día y de noche a lo largo del año. En teoría, se pueden ver 2.600 estrellas. La rotación de la Tierra crea el horizonte, que corta la esfera celeste en dos.
En el polo, todas las estrellas giran en torno al cenit, paralelo al horizonte.El misterio de las constelaciones
En el ecuador, todas las estrellas salen y se ponen, los polos celestes están en el horizonte. Por lo tanto, todas las estrellas de un polo a otro son visibles en determinadas épocas del año. En las latitudes medias, algunas estrellas son circumpolares o están siempre sobre el horizonte, mientras que otras salen y se ponen. Las estrellas difieren en color, brillo y luminosidad. Las estrellas más brillantes atraen primero la atención del observador.
La mitología griega nos ha dejado imágenes en el cielo formadas por líneas imaginarias llamadas constelaciones.
Estas constelaciones tienen nombres según sus formas y las agrupaciones de estrellas no guardan relación con sus distancias a la Tierra.
Existen constelaciones australes, ecuatoriales y septentrionales.
Las que pueden verse desde el hemisferio norte son las constelaciones ecuatoriales y boreales.
Es fácil reconocer las llamadas constelaciones circumpolares: son las que se pueden observar en todas las estaciones. Estas constelaciones son la Osa Mayor, la Osa Menor, el Dragón, la Jirafa, Casiopea, Lince y Cefeo.
Las grandes estrellas
La constelación más notable es Orión.
Presenta al telescopio uno de los espectáculos más bellos del cielo. Alnitak, Alnilam y Mintaka son las tres estrellas del cinturón de Orión. Entre las estrellas más brillantes visibles en el cielo, dos pertenecen a la constelación de Orión: la gigante azul Rigel (Beta Orionis) y la supergigante roja Betelgeuse (Alfa Orionis). Las supergigantes rojas son las estrellas más grandes del Universo. La supergigante roja Betelgeuse, es la observación preferida por los interferómetros debido a su diámetro, unas 550 veces el del Sol, su proximidad, ≈643 años luz, y su elevado brillo infrarrojo.
En esta constelación encontramos una nebulosa, la Nebulosa de Orión situada a una distancia de 1.350 años luz de la Tierra, ofrece una de las oportunidades más bellas para estudiar el nacimiento de las estrellas, no sólo porque es la región de formación estelar más grande y cercana, sino también porque las estrellas energéticas de la nebulosa han volado el polvo y el gas circundantes, permitiéndonos verlas.
En el corazón de la nebulosa, tenemos una visión íntima de un amplio espectro de estrellas naciendo y evolucionando.
Cuatro estrellas azules iluminan la materia dispersa en el espacio a grandes distancias. Los átomos absorben la luz de las estrellas y la reemiten según su propio color, el del oxígeno es verde, para el hidrógeno y el nitrógeno es rojo.
Las observaciones radioastronómicas revelan que la nebulosa de Orión no es más que una ínfima parte de la gran nube opaca de Orión.
De la contracción de esta nube surgieron las estrellas del Trapecio y un grupo de nebulosas protoestelares detrás de la Nebulosa de Orión.
La Nebulosa de Orión fue descubierta en 1610 por Nicolas-Claude Fabri de Peiresc (1580 – 1637), quien al parecer fue el primero en percatarse de su aspecto nebuloso. Aunque Ptolomeo (90 – 168), Tycho Brahe (1546 – 1572) y Johann Bayer (1572 – 1625) identificaron las estrellas del centro de la nebulosa como una única gran estrella, Galileo (1564 – 1642) había detectado varias estrellas pequeñas al observar esta región con su telescopio.
Vega, la futura estrella polar
Polaris no siempre fue nuestra Estrella Polar.
Polaris, en la constelación de la Osa Menor, es 2 500 veces más brillante que nuestro Sol. Hace cinco mil años, la
estrella polar era Thuban, en la constelación del Dragón, y dentro de 14.000 años será Vega, en la constelación de Lyra.
La Tierra gira sobre sí misma alrededor de un eje, que está orientado hacia el Polo Norte Celeste. El lento cambio de dirección del eje de rotación de la Tierra se denomina precesión de los equinoccios. Este ángulo de unos 23° determina la sucesión de las estaciones.
Las fuerzas de marea de la Luna y el Sol perturban este movimiento de precesión y hacen que el eje de la Tierra se tambalee, como una peonza.
Este movimiento desplaza lentamente la orientación del Polo Norte entre las estrellas, y con el tiempo cambiamos nuestra Estrella Polar.
Actualmente, la estrella más cercana al Polo Norte Celeste (la distancia es de sólo 1°), es α Ursae Minoris llamada la Estrella Polar (Polaris).
Un ciclo completo de movimiento precesional dura 25.765 años, llamado el gran año platónico.
